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miércoles, 21 de octubre de 2015

Clase de Religión: ¿sí o no?

   Por enésima vez vuelve a salir, en época previa a las elecciones, la cuestión acerca de la enseñanza religiosa escolar, con grandes titulares en los medios de comunicación y con grandes aspavientos en defensa de una pretendida neutralidad de la escuela y del estado. Se emplean muchos argumentos a favor y en contra de dicha asignatura y de cualquier optativa que se pueda impartir para los que no desean la clase de religión; se discute acerca de la presencia pública de las confesiones religiosas, haciendo especial énfasis en la católica, y se cuestiona, en esta ocasión, los acuerdos internacionales con la Santa Sede y la Constitución Española. Indudablemente, como ocurre con multitud de temas, podemos dialogar y discutir presentando muchas razones a favor y en contra, y en cualquier manera de organizar la educación encontraremos aspectos mejorables; es lo que ocurre con las realizaciones humanas: siempre imperfectas, siempre susceptibles de mejora, y nunca lloviendo a gusto de todos.

   Se puede defender la necesidad de impartir enseñanza religiosa atendiendo a fundamentos jurídicos: leyes que hablan de los derechos de los padres y madres con respecto a la educación de sus hijos, los citados acuerdos del Estado Español y el Vaticano, los diferentes artículos de la Constitución, las recomendaciones de la Unión Europea acerca de educación en valores y religiosa, etc. Al comparar los sistemas educativos europeos descubrimos que en la mayoría de los países vecinos hay clase de religión de una manera o de otra. Sin embargo está claro que las leyes se pueden cambiar, y esto es lo que proponen algunos de nuestros políticos, de manera que con otro cuerpo legislativo diferente, se acabó el argumento... 

   También podemos hablar de la importancia de las religiones en la historia y las costumbres de nuestra civilización, en el influjo cultural del hecho religioso, de modo que un analfabeto religioso no entendería gran parte del patrimonio de nuestra nación, ni de Europa, ni del resto del mundo. Siendo esto cierto, no justifica la clase de religión de carácter confesional: bastaría con una historia de las religiones o unas nociones de cultura religiosa. Algo que, por cierto, está incluido en la programación de la actual clase de religión: durante los años que he dado clase en institutos públicos, muchos profesores se sorprendían al saber que en clase de religión católica los alumnos aprendían acerca de otras religiones como la judía, la islámica, la budista, el hinduismo, y otras. 

   Pienso que mucho más importante es el tema de que las familias son las que tienen derecho a elegir qué tipo de educación quieren para sus hijos. Y este derecho no se basa en ninguna ley establecida por un parlamento ni se fundamenta en ninguna constitución: es un derecho del ser humano que brota de su dignidad y de la vinculación natural de cada persona con aquellos que le han engendrado a la vida. El individuo, la familia y la misma sociedad, así como sus derechos, son anteriores al estado; confundir sociedad y estado es totalitarismo. Las escuelas y las autoridades públicas colaboran con los padres en la educación de sus hijos, y no al revés, como han formulado algunas leyes educativas españolas recientes. Es un dato público contrastado (y no una encuesta electoral), el de la cantidad de familias que cada año solicitan enseñanza religiosa para sus hijos; es un referéndum anual acerca de la clase de religión. 

   Finalmente, hay un argumento muy poco utilizado: ¿por qué tiene que haber clase de religión? Por la misma razón por la que tiene que haber clase de matemáticas, o de historia, o de arte, o de inglés, o de cualquier otra asignatura. La finalidad de la escuela, en primaria, secundaria, bachillerato, es la de ofrecer a nuestros niños y jóvenes una formación integral y general, que les prepare para la vida en un futuro próximo pero que no podemos adivinar. Intentamos que adquieran conocimientos y competencias para desenvolverse en el mundo, y por eso les transmitimos nuestro saber, pero existe un campo del saber que es el religioso. Si lo suprimimos, damos una educación reduccionista. Dialogando una vez con un profesor de economía de un instituto del estado, le decía que él daba clase de economía trasladando al nivel de bachillerato sus estudios universitarios de Empresariales, y yo daba clase de religión, trasladando al mismo nivel mis estudios universitarios de Teología. 

   El estudio confesional del hecho religioso intenta responder a la pregunta de por qué el ser humano ha buscado sentido a su vida y a la realidad en esa tradición concreta, intenta dialogar desde la visión de la propia fe con otras interpretaciones, proporciona valores y actitudes para la conducta y la convivencia, presenta un camino de respuesta a las preguntas del ser humano. Parece razonable que quien imparte este saber religioso, por su carácter de significado profundo acerca de la vida, tenga una vinculación personal al contenido transmitido, además de la correspondiente titulación académica de rango universitario. 

   Este cuerpo de conocimientos que forma el saber religioso puede ser estudiado como el de cualquier otro campo del saber humano. Y lo pueden estudiar tanto los que son creyentes como los que no, porque es algo distinto a la expresión de la fe que se realiza en las iglesias, sinagogas, mezquitas y otros templos. Y lo debe poder elegir cualquiera, independientemente de que estudie en un colegio de titularidad estatal, religiosa o privada.

   Actualmente en España se puede recibir enseñanza religiosa confesional católica, evangélica, judía y musulmana, y quien lo desee una enseñanza aconfesional en valores. Hay muchos problemas relacionados con la educación en nuestros días; sin embargo, algunos parecen querer eludir responsabilidades buscando chivos expiatorios, como si la culpa de dichos problemas estuviera en la escuela concertada o en la enseñanza religiosa, y la solución en su eliminación de raíz. Hay que dejar de lado los intereses partidistas y la demagogia, hay que dialogar, hay que trabajar en favor de la educación integral de las futuras generaciones, llegando a los necesarios puntos de confluencia para lograr el pacto educativo tan necesario y tan demandado por la sociedad española.


Pablo Sierra López,                        

profesor de Filosofía y de Religión católica,    
director pedagógico de ESO-Bachillerato      
del Colegio Ntra Sra de los Infantes de Toledo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Plenamente de acuerdo. Solo que tal vez el problema se plantea de manera más pragmática y no a este nivel de principios... Es verdad que en casi todos los países europeos la clase de religión se ofrece, pero no con la misma condición. (En Francis también se ofrecen...fuera del horario escolar. Son "catequesis" en espacio público, !eso es un estado laico, sí señor!) Las últimas manifestaciones apuntan desde eliminar los acuerdos con la Santa Sede (negar la mayor) hasta dejar la asignatura fuera del horario académico (negar la menor). Quizá se afirma una cosa para que la siguiente nos parezca el "mal menor", pero es la puerta para que la clase deje de ser, sencillamente, elegida y desaparezca por hacerse innecesaria. En efecto, a nivel de principios, parece que hablamos de una materia que debería ser tronca -obligatoriamente ofrecida, opcional, pero evaluable- pero siempre ha sido y será "una maría", una asignatura de orden menor, a menos que creemos una de educación cívico-ética que enseñe los valores de la Carta Magna española, auténtico baluarte y mínimo común de convivencia entre españoles. En fin, la política es el arte de lo posible. Me parece estupendo y muy loable que haya enseñanza religiosa en las escuelas, que no haya "analfabetos religiosos" -hay que estar muy ciego para no comprender la importancia del factor "credo" en el espectro sociopolítico actual- y que dicha asignatura sea evaluable. Y que en Magisterio haya una asignatura de conocimiento del medio... (y en el ecosistema global, el que no sabe de fe, no podrá entender lo que está pasando).