PASCUA JOSANJU
(jóvenes de San Julián)
No puedo empezar este artículo sin ofrecérselo a la Virgen y pidiendo que me ayude, ya que nunca he hecho esto… Soy un chico de 18 años del grupo de jóvenes de Acción Católica de la parroquia de San Julián de Toledo. Nuestro sacerdote, D. Pablo, pidió que alguien escribiera para la revista un artículo contando la experiencia que vivimos los jóvenes de la parroquia del 19 al 23 de marzo, en Casa Betania, una casa en medio del campo en el pueblo de Calera y Chozas.
Primero quiero aclarar que opino que cualquier Semana Santa mientras la vivas con el Señor, llena de alegría en Jesucristo y tiene buenos frutos espirituales; pero también pienso que una de las mejores maneras de vivir la Pascua del Señor es en comunidad, con los hermanos, apartados y centrados en el Misterio de la Pasión, muerte y Resurrección de nuestro Señor Jesucristo. En síntesis es lo que este grupo de jóvenes, los sacerdotes que nos acompañaron, el seminarista, y el matrimonio con sus hijos que venía a cocinar para nosotros (GRACIAS por enseñarnos que la vida es para darla) hemos intentado vivir con la mayor intensidad posible.
Hemos tratado de acompañar a Jesús en su duro camino hacia la Cruz por el perdón de nuestros pecados y por nuestra salvación. Al principio ambientándonos con algún audiovisual, sobre la Pasión de Cristo y sobre el sentido del sufrimiento, de la cruz: “El que quiera seguirme que cargue con su cruz y me siga”, dice el Señor. Después meditando sobre el mandamiento del Amor y la institución de la Eucaristía que el Señor nos dejó en la Última Cena, y en la noche del jueves intentando velar con Jesús en el Huerto de los Olivos. El viernes el ambiente es algo más triste, todos esperábamos, algunos ayunaban para con este pequeño sacrificio acompañar un poco mejor a Jesús en la Cruz. Este clima de espera y soledad se prolonga durante el Sábado Santo, día de alegría contenida y de Desierto, esperando la resurrección de Jesús, de que mejor manera que junto a su Madre María. En la noche del sábado por fin llega el momento clave, tan esperado, la Vigilia Pascual, la Resurrección del Señor. Todos los años hemos vivido la Vigilia Pascual de manera muy especial, es una celebración algo más larga de lo normal, pero que a todo el mundo se le hace muy corta. Todo se prepara muy bien a lo largo del día, incluidos nosotros, que intentamos ponernos guapos… Después de la Vigilia celebramos que Cristo ha resucitado a lo grande, ya nadie puede contener su alegría, ¡hicimos una fiesta espectacular! (¡me permito decir que el sábado fue mi “cumple” y de lo contento que estaba todo el mundo me dieron una sorpresa inolvidable!) ¡La alegría del Señor nos inunda!
El domingo todos pusimos en común lo que nos llevábamos, partimos llorando de alegría por todas las experiencias vividas, intentando ponernos al servicio del que teníamos al lado, que es lo realmente importante en la vida; el mandamiento del Amor que Jesús reflejó lavando los pies a los apóstoles. De este servicio han sido un ejemplo nuestros cocineros, ¡que Dios os lo pague!
Nos vamos dispuestos a transmitir este mensaje de salvación en nuestros ambientes, no se espera menos de nosotros, “Seréis mis testigos” dijo Jesús.
Para acabar, he repetido muchas veces la palabra alegría, no ha sido por despiste, quiero recalcar esto. Estamos todavía en tiempo pascual, tiempo de alegría por la Resurrección. Prolonguemos esta alegría a lo largo de toda nuestra vida. Tenemos la certeza de Dios que nos ama, y que se ha hecho hombre para salvarnos. El cristiano debe ser radicalmente alegre. No hablo de “alegría de la huerta” sino de algo más profundo, alegría en el Amor de Dios. No digo más. ¡Os animo a vivir la Pascua de esta manera tan especial! Contad con mi humilde oración. No te canses, El que te eligió no te dejará.
Alberto Díaz-Rincón Muelas
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