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viernes, 16 de enero de 2009

Paz en la tierra...

Todavía con los ecos de la Navidad (el refranero nos dice que "hasta san Antón, Pascuas son") pedimos y esperamos la paz de Jesús para nuestro mundo y nuestros corazones.



Con una foto del concierto de Navidad, esta vez de los "profes", un cuento sobre la paz que van a trabajar en 1º de Primaria. Muchas gracias a las "seños" de primero (Paloma, Olga y Loli).





EL MEJOR GUERRERO DEL MUNDO


Caucasum era un joven valiente, experto espadachín, que soñaba con convertirse en el mejor guerrero del mundo. En todo el ejército no había quien le venciera, y soñaba con convertirse en el gran general, sucediendo al anciano que ocupaba el puesto. El rey le quería mucho, pero el día que le contó su sueño de llegar a ser general, le miró con cierto asombro y le dijo:
- Tu deseo es sincero, pero no podrá ser. Aún tienes mucho que aprender.


Aquello fue lo peor que le podía pasar a Caucasum, que se enfadó tanto que abandonó el palacio, decidido a aprender todas las técnicas de lucha existentes. Pasó por todo tipo de gimnasios y escuelas, mejorando su técnica y su fuerza, pero sin aprender nuevos secretos, hasta que un día fue a parar a la mejor escuela de guerreros del mundo.


Antes de entrar en la fortaleza le obligaron a dejar todas sus armas. "No las necesitarás más. Aquí recibirás otras mejores". Caucasum, ilusionado, dejó sus armas fuera. Uno de los maestros, acompañó al guerrero a su habitación, y se despidió diciendo "en 100 días comenzará el entrenamiento". ¡100 días! Al principio pensó que era una broma, pero pronto se dio cuenta de que no lo era. Los primeros días estaba muy nervioso, e hizo toda clase de tonterías para conseguir adelantar el entrenamiento. Pero no lo consiguió, y terminó esperando pacientemente, disfrutando de cada uno de los días. El día 101 empezaron el entrenamiento. "Ya has aprendido a manejar tu primera arma: la Paciencia", comenzó el viejo maestro. Caucasum no se lo podía creer, y sonrió. Pero el anciano le recordó todas las tonterías que había hecho por la impaciencia. "Ahora toca aprender a ganar cada batalla". Aquello le sonó muy bien a Caucasum, hasta que se encontró atado a una silla de pies y manos, subido en un pequeño pedestal, con muchos aldeanos trepando para tratar de pegarle. Tenía poco tiempo para actuar, pero las cuerdas estaban bien atadas y no pudo escaparse. Cuando le alcanzaron, le apalearon.


El mismo ejercicio se repitió durante días, y Caucasum se convenció de que debía intentar cosas nuevas. Siguió fallando muchas veces, hasta que se dio cuenta de que la única forma de que no le atacaran era hablar con los aldeanos. Los días siguientes no dejó de hablarles hasta que consiguió convencerles de que no quería hacerles daño, sino que quería ser su amigo y, finalmente, le soltaron. Era el día 202.
-"Ya controlas el arma más poderosa, la Palabra, pues lo que no pudieron conseguir ni tu fuerza ni tu espada, lo consiguió tu lengua".


Caucasum estuvo de acuerdo, y se preparó para seguir su entrenamiento. "Esta es la parte más importante de todas. Aquí te enfrentarás a los demás alumnos". El maestro le acompañó a una sala donde esperaban otros 7 guerreros. Todos parecían fuertes, valientes y fieros, como el propio Caucasum. "Aquí lucharéis todos contra todos, ganará quien pueda terminar en pie". Y así, cada mañana se enfrentaban los 7 guerreros. Todos sin armas, todos muy listos, llamaban al grupo de fieles aldeanos que conquistaron en sus segundas pruebas, y trataban de convencer a los demás hablando y con mucha la paciencia. Todos intentaban engañar a los otros para atacarles cuando menos lo esperasen, y sin llegar ellos mismos a lanzar un golpe, dirigían una feroz batalla... Pero los días pasaban, y Caucasum se daba cuenta de que sus fuerzas se debilitaban, y sus aldeanos también. Entonces cambió de estrategia. Con su habilidad de palabra, decidió que no iba a luchar más, y pensó utilizar a sus aldeanos y sus fuerzas en ayudar a los demás a recuperarse. Los demás agradecieron perder un enemigo que además se ofrecía a ayudarles. Mientras, cada vez más aldeanos se unían al grupo de Caucasum, hasta que finalmente, uno de los 7 guerreros, llamado Tronor, consiguió triunfar sobre el resto. Tan sólo habían resistido unos pocos aldeanos junto a él. Cuando terminó y se disponía a salir triunfante, el maestro se lo impidió diciendo: "no, sólo uno puede quedar en pie". Tronor se dirigió con gesto amenazante hacia Caucasum, pero éste, adelantándose, dijo:
- ¿De verdad quieres luchar? ¿No ves que somos 50 veces más numerosos? Estos hombres lo entregarán todo por mí, les he permitido vivir libres y en paz, no tienes ninguna opción.


Cuando dijo esto, los pocos que quedaban junto a Tronor se pusieron del lado de Caucasum. ¡Había vencido!


El maestro entró entonces con una sonrisa de oreja a oreja: "de todas las grandes armas, la Paz es la que más me gusta. Todos se ponen de tu lado tarde o temprano". El joven guerrero sonrió. Verdaderamente, en aquella escuela había conocido armas mucho más poderosas que todas las anteriores. Días después se despidió dando las gracias a su maestro, y volvió a palacio, dispuesto a disculparse ante el rey por su atrevimiento. Cuando el rey le vio acercarse tranquilamente, sin escudos ni armas, sonriendo sabia y confiadamente, le saludó:


- ¿Qué hay de nuevo, General?


Pedro Pablo Sacristán

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