MATERIALES para la PASTORAL

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miércoles, 4 de marzo de 2009

HAGAMOS EXAMEN DE CONCIENCIA


Por Ángel Gómez Escorial
(de la página http://www.betania.es/)


Dicen que las tres grandes armas de la Cuaresma son: la oración, la limosna y el ayuno. Y si lo dice la Santa Madre Iglesia pues así será. Seguro. Por tanto hemos de intensificar nuestra austeridad cuaresmal. Es verdad que el exceso de comida y bebida no prepara el espíritu, lo embota. Incrementar nuestro tiempo de oración es propio de un tiempo de preparación y de cambio. A su vez, ya desde los tiempos del Antiguo Testamento se decía que la limosna, el socorrer a los más necesitados, perdona automáticamente muchos pecados. Nosotros los cristianos tenemos el mandamiento del amor. Cristo nos dijo que amaros a nuestro prójimo desde el amor grande a Dios. Y ante ello es imposible dejar de atender a los pobres, a los hambrientos, a los cautivos… Y si bien, la oración, el ayuno y la limosna son los indicadores más útiles dentro de la carretera de la Cuaresma, yo quisiera añadir uno más, o, al menos, enfatizar muy especialmente sobre el mismo: el examen de conciencia.

EN UN MOMENTO DADO

Se supone que todos los cristianos, en un momento del día, tal vez a la noche, hacen un examen de su proceder de cada día y someten su comportamiento de esa jornada a un juicio crítico y coherente de acuerdo con lo que Jesús de Nazaret nos enseña. ¿Pero es así? Se supone, también, que en el momento en que un cristiano habitual y practicante se acerca al sacramento de la Reconciliación hará asimismo su examen extenso. ¿Pero es así? No. Parece que no. La falta de tiempo y de humildad nos lleva a dormirnos sin más, aunque en el algún momento del día alguna cosa nos haya inquietado. Y en cuanto a la presencia ante el confesionario la mayoría de las veces se lleva “algo gordo”, olvidando el comportamiento general que, tal vez, es el que da paso a “aquello tan gordo” de lo que nos confesamos.

En resumen que poca gente examina su vida ni apenas ejerce el propósito de la enmienda. El otro día escuché que un problema enquistado se aísla del resto por el propio quiste y que vive ahí sin solución. ¿Cuántas cosas enquistadas hay en nuestra vida? ¿Cuántos procederes malos, pero habituales, no los consideramos pecados, siendo, sin embargo, una fuente incesante de corriente pecaminosa? Rompamos la membrana que separa del exterior nuestros malos y habituales problemas. Abramos la conciencia y no determinemos nosotros solos lo que es pecado y no lo que no lo es. A mi siempre me ha llamado mucho la atención la frase de San Juan de la Cruz de que “atardecer de nuestra vida nos examinaran de amor”. La desafección hacia los problemas y carencias de los hermanos, el mal humor, la ira, la falta de delicadeza son pecados graves que muy pocas veces consideramos.

ABRIR LA VISTA

El examen diario de conciencia nos va abrir la vista ante muchas faltas que no consideramos. Desde luego es una gran tontería pensar que alguien puede engañar a todo el mundo durante todo el tiempo. Pero es una enorme imbecilidad engañarse a sí mismo constantemente, “tapando” conductas pecaminosas como si no lo fueran. Cuando todo se somete a observación honesta todo toma su verdadero aspecto. Hagamos pues examen de conciencia. No dejemos ni un día de preguntarnos a nosotros mismos como ha ido la jornada y cuanto bien hemos dejado de hacer a pesar de que era posible. Hagámoslo como un camino más de la Cuaresma.

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