MATERIALES para la PASTORAL

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martes, 6 de abril de 2010

¿Qué tengo que hacer?


No se preguntaba mi padre si existía un Dios capaz de dejar pasar en silencio el sufrimiento de los hombres o distraído e insensible hasta permitir cataclismos y granizadas sobre la cabeza de los desgraciados.

No, no se lo preguntaba. Para él y para mi madre, el Dios que existía era el Dios de la esperanza, el Dios que te obliga a levantarte de los escombros del terremoto o, empobrecido por el azote del granizo, te impulsa a comenzar de nuevo desde el principio, sin andar con tantas quejas, esforzándote por encontrar
en ti la fuerza para reanudar el camino y sin esperarlo todo de los demás; pero sobre todo, liberándote de la amargura...

...Era el Dios de la vida, presencia siempre presente, siempre viva y operante en ti.
Era el Dios que no te autoriza jamás a cruzarte de brazos desesperado, y que no te permite decir "Se acabó todo".
No es cierto que esté todo acabado; todo cambia... Y tú has de disponerte al cambio, aunque se te presente duro y, sobre todo, incomprensible.
¡Quién sabe si este cambio, esta novedad, no ha de traerte algo bueno!


...

...donde radica el verdadero problema: corro peligro de no ser nada por no saber amar.
No andéis preguntándoos si creéis o no en Dios; preguntaos si amáis o no amáis.
Y si amáis, no penséis en nada más: amad.
Y amad cada vez más; hasta la locura; la auténtica, la que lleva a la felicidad: la locura de la cruz, que es don consciente de sí y que posee la fuerza de liberación más explosiva para el hombre.
...

... Dios no sólo nos dice "Yo hago nuevas todas las cosas", sino que añade "Quitaré de vosotros el corazón de piedra y os daré un corazón de carne".
Por eso cuando amamos experimentamos a Dios, conocemos a Dios y desaparece la duda como la niebla en presencia del sol.

( Carlo Carretto en el libro "He buscado y he encontrado" )


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