EL ORIGEN DE LA IGLESIA.
EL ANUNCIO DEL REINO. Jesús comenzó su ministerio en un momento crítico: Herodes acababa de encarcelar a Juan Bautista. En Galilea comenzó Jesús a proclamar el Evangelio: “El Reino de Dios está cerca” (Mc 1,15). Desde el principio la gente sigue a Jesús. Primero unos pocos (Simón Pedro, Andrés, Santiago, Juan), y después grandes muchedumbres. Jesús realiza milagros, signos de que el Reino de Dios ya ha llegado, pero no todos lo aceptan así. Para algunos no cambia nada, otros piensan que está loco o endemoniado,... Y sin embargo, el Reino de Dios, como una semilla pequeña, va creciendo y desarrollándose. “Anunciando la llegada del Reino de Dios, Jesús dio comienzo a la Iglesia, que constituye en la Tierra el germen y principio de ese Reino” (Concilio Vaticano II, Lumen Gentium nº 5). De todos los que conocieron a Jesús, un grupo de hombres y mujeres comenzaron a ser sus discípulos. Se dejaban guiar por sus enseñanzas, le acompañaban, le acogían en sus casas, le preparaban el camino, etc. El discípulo de Jesús tenía que estar dispuesto a correr los mismo riesgos y dificultades que Él. Era Jesús quien llamaba personalmente a sus discípulos.
LOS DOCE APÓSTOLES.
“Subió después al monte, llamó a los que quiso y se acercaron a Él. Designó entonces a doce, a los que llamó apóstoles, para que lo acompañaran y para enviarlos a predicar con poder de expulsar a los demonios. Designó a estos doce: a Simón, a quien dio el sobrenombre de Pedro; a Santiago el hijo de Zebedeo, y a su hermano Juan, a quienes dio el sobrenombre de Boanerges, es decir hijos del trueno; a Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Santiago el hijo de Alfeo, Judas Tadeo, Simón el Cananeo y Judas Iscariote, el que lo entregó” (Mc 3,13-19). De la misma manera que el Pueblo de Israel se había formado a partir de las doce tribus, Jesús funda el nuevo Israel, la Iglesia, sobre el fundamento de doce Apóstoles. Y Pedro es la “piedra”, el primado, el pastor de toda la Iglesia. Jesús convivió en intimidad con los Doce, compartiendo todo con ellos, no siendo su Señor sino su Amigo. Les corregía, les enseñaba, les transmitió los valores evangélicos y les dio ejemplo de amor hasta el extremo de lavarles los pies en la Última Cena (algo propio de los esclavos).
LA CRUZ Y LA RESURRECCIÓN DE JESÚS.
Jesús sufrió el dolor y la muerte: murió crucificado, condenado por el procurador romano Poncio Pilatos y por las autoridades religiosas de su pueblo. Fue torturado por los soldados y abandonado por sus amigos, que huyeron acobardados. Pero al tercer día, el domingo, ¡resucitó! Los apóstoles, y otros hombres y mujeres que eran discípulos de Jesús, son testigos de la Resurrección. “La fe de la primera comunidad de creyentes se funda en el testimonio de hombres concretos, conocidos de los cristianos y viviendo entre ellos todavía” (CATE nº 643).
El testimonio de los apóstoles se basa en el sepulcro vacío y en los encuentros con Cristo resucitado. Sin este acontecimiento no podría explicarse el origen de la Iglesia ni de la fe cristiana.
LA MISIÓN DE LOS APÓSTOLES.
Cincuenta días después de la Resurrección (día de Pentecostés), los apóstoles, reunidos en el Cenáculo, recibieron la fuerza del Espíritu Santo que los llenó con sus dones. Animados por el Espíritu, los Doce (Matías ya había sustituido a Judas Iscariote), comenzaron a predicar la Buena Noticia, y empezó a crecer el número de los creyentes que pedían el Bautismo en el nombre de Jesús, la comunidad de los primeros cristianos.
LA VIDA DE LOS PRIMEROS CRISTIANOS.
En los Hechos de los Apóstoles, san Lucas nos presenta una comunidad de hombres y mujeres, unidos todos en un mismo Espíritu. En todas las épocas los cristianos han visto aquí el modelo de la Iglesia, y han buscado imitar a la primera comunidad para reformarse y recuperar el estilo de los orígenes. “Eran constantes en escuchar las enseñanzas de los apóstoles, en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hch 2,42). “En el grupo de los creyentes todos pensaban y sentían lo mismo: lo poseían todo en común y nadie llamaba suyo propio a nada de lo que tenía” (Hch 4,32). “Los apóstoles hacían muchos signos y prodigios en medio del pueblo. Los fieles se reunían de común acuerdo en el pórtico de Salomón” (Hch 5,12).
Los cristianos celebraban la presencia de Jesús resucitado en la Eucaristía y con este alimento celestial eran capaces de anunciar la muerte y la resurrección de Cristo. Éste era el núcleo de la predicación, y lo primero que fue puesto por escrito: para algunos era un escándalo la muerte de Dios, y para otros una locura, pero para los creyentes era y es la sabiduría que da la salvación a todo el que quiera acogerla por la fe, el bautismo y los demás sacramentos.
Historia de la Iglesia by Pablo Sierra López is licensed under a Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-SinObraDerivada 3.0 Unported License.
No hay comentarios:
Publicar un comentario