PAGANISMO Y CRISTIANISMO ENFRENTADOS.
En la sociedad romana -que abarcaba todo el Mediterráneo- había distintas clases sociales: patricios, plebeyos, libertos, esclavos.
La religión oficial o ciudadana tenía un culto formalista al dios Júpiter y a otras muchas divinidades (Juno, Vesta, Minerva, Ceres, Diana, Venus, etc.), con bastantes templos. También se daba culto al emperador, como a un dios.
De forma paralela había otras corrientes religiosas, de tipo filosófico entre las clases altas, y orientales y mistéricas entre las clases populares.
El cristianismo fue una novedad: Adoraban a un condenado a muerte de cruz. Acogían a todos sin distinción de raza o clase social, según la Ley del Amor. Daban preferencia a los más pobres y débiles y rechazaban la violencia, ya que todos somos hermanos que deben vivir en comunión.
El cristianismo chocaba contra el sistema establecido. Los cristianos no reconocían más señor que a Jesucristo, y por eso no daban culto al emperador. Tampoco participaban en las fiestas en honor de los dioses, ni se alistaban como soldados (para no adorar al emperador). Además, no frecuentaban los espectáculos públicos, como las luchas del circo o los espectáculos teatrales.
ACUSACIONES CONTRA LOS CRISTIANOS.
Se mezclaron los rumores, las calumnias y las burlas a nivel popular, provocados por la ignorancia, con las impugnaciones de los intelectuales que consideraban al cristianismo como una superstición irracional.
Las autoridades acusaron a los cristianos de ateos, por no adorar a los dioses, de supersticiosos, por sus ritos y sacramentos, de ser culpables de la peste y del hambre, porque provocaban la ira de los dioses. Pero la causa principal fue la de ser enemigos del Estado, por no adorar a los dioses oficiales y al emperador.
RESPUESTA CRISTIANA.
Con sus hechos, mostrando cómo vivían realmente y con sus palabras y escritos, fue cómo los cristianos hicieron frente a estos ataques.
Un cristiano del siglo II escribió a un tal Diogneto, contándole quiénes era y qué hacía los cristianos:
“Los cristianos no se distinguen de los demás hombres ni por su tierra, ni por su lengua, ni por sus costumbres... No viven un género de vida insólito... Viven en las ciudades griegas o bárbaras y siguen las costumbres de sus convecinos en la comida, en el vestido y en todo lo demás; pero con su presencia, ofrecen el testimonio de una vida admirable y, a juicio de muchos, increíble.
Se casan como todos y engendran hijos, aunque no abandonan a los recién nacidos. Ponen mesa común, pero no lecho. Viven en la carne, pero no según la carne. Están en la tierra, aunque su ciudadanía es el cielo. Se someten a las leyes establecidas, pero con sus propias vidas superan estas leyes.
Aman a todos, aunque todos los persiguen. Se les desconoce y con todo se les condena. Son llevados a la muerte, y con ello reciben la vida. Son pobres y enriquecen a muchos. Les falta todo, pero les sobra todo... Se les insulta y ellos bendicen. Se les injuria y ellos honran a los demás. Son castigados como malvados, pero hacen el bien”.
Los apologetas (san Justino, san Ireneo, Tertuliano) eran pensadores cristianos que escribían en defensa de la fe y de las comunidades. Escribieron “Las Apologías”, que significa defensas, justificaciones. Utilizaban el lenguaje y las ideas de la cultura grecorromana para explicar la fe cristiana. Es el inicio de la teología.
“Se nos llama ateos. Sí, cierto, lo confesamos. Somos ateos frente a esos pretendidos dioses; pero creemos en un Dios verdadero, padre de la justicia, de la sabiduría y de las demás virtudes, en el que no se halla mezcla de mal. Con Él veneramos, adoramos, honramos en espíritu y verdad al Hijo, que de Él procede, que nos ha dado estas enseñanzas... y al Espíritu profético” (San Justino).
LAS PERSECUCIONES.
Fueron intermitentes; a veces se producían en todo el Imperio, y otras veces sólo en alguna región. Fueron muy violentas y ocasionaron, según los historiadores modernos, unos cien mil mártires aproximadamente, que entregaron su vida heroicamente como testimonio de su fe y perdonando a sus verdugos.
Nerón: (años 54-68) Este emperador incendió algunos barrios de Roma en el año 64 y acusó de ello a los cristianos. Los condenó a muerte en espectáculos sangrientos (circo, luchas de fieras, gladiadores, etc.). En esta persecución fue crucificado san Pedro y decapitado san Pablo.
Domiciano (81-96) y Trajano (98-117): Prolongan la persecución y ocasionan muchos mártires, como el papa san Clemente romano y san Ignacio de Antioquía.
Marco Aurelio (161-180): Promulgó un decreto prohibiendo nuevos cultos religiosos, y el pueblo descargó todo su odio y violencia sobre los cristianos. Murieron san Justino, el obispo san Policarpo de Esmirna y algunos paisanos suyos, un grupo de creyentes de Lyon en las Galias.
Septimio Severo promulgó un decreto en el año 202 prohibiendo a cristianos y a judíos la propagación de su fe, lo que intensificó la persecución. Entre otros muchos, murieron las santas Felicidad y Perpetua. A pesar de ello, en esta época la Iglesia se extendió mucho por Occidente (Italia, Galia, Hispania).
Decio (249-251): Fue una de las persecuciones más duras y más generalizadas. Se exigió a todos los habitantes del Imperio un certificado de haber sacrificado a los dioses. Muchos cristianos se negaron y murieron (como el papa Fabián), pero otros (los lapsi) consintieron en hacerlo para salvarse. Muchos, después de arrepentirse y hacer penitencia fueron readmitidos en la Iglesia.
Valeriano (253-260): Promulgó dos edictos en contra del cristianismo. Murieron el papa san Sixto y su diácono san Lorenzo, el niño san Tarsicio, en Roma; san Cipriano en Cartago; san Fructuoso en Tarragona, etc.
Diocleciano y Galerio (303-313): Con la tolerancia de Galieno (260-268) y la paz de Aureliano (270-275) la Iglesia se extendió enormemente. Entonces se produjo la última y más terrible persecución, que en Oriente fue casi continua. Después de terribles torturas eran ejecutados grandes grupos de cristianos.
En España murieron las santas Justa y Rufina (Sevilla), santa Engracia (Zaragoza), san Vicente (Valencia), los niños santos Justo y Pastor (Alcalá).
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